lunes, 29 de noviembre de 2010

Capítulo 54: Epic wins are epic

Era una fría noche de noviembre, algo más fría de lo que cabría esperar a estas alturas del año, pero los frentes fríos son así de caprichosos. Quieren que haga frío y mira si lo consiguen.

El caso es que para refugiarnos del frío optamos por la sabia elección de pasar la tarde-noche en la flamante casa de Mistheart (aunque su anterior dueña, la de la casa... no la de Mistheart, pudiera tener más años que todos los presentes juntos). Como viene siendo habitual, cayó una partida al Pac Man multijugador (entre otras y variadas cosas).

Me imagino que todos conoceréis el Pacman, si no mal vamos. La variación multijugador para Game Cube consiste en que tres jugadores manejan los fantasmas en pantalla dividida (y con un campo visual reducido) y Pacman juega en una Game Boy Advance pudiendo ver la pantalla completa. El juego es como un Pacman normal, pero cuando un jugador llega a X puntos gana la partida. Ni que decir tiene cada vez que un fantasma atrapa a Pacman intercambia su posición para la siguiente partida.

Fueron pasando los turnos y eventualmente me tocó hacer de Pacman. Obviamente la estrategia era la de ir comiéndome los puntitos pequeños y cuando me viera amenazado por un fantasma tirar a por el punto gordo que me permitiera comérmelos. Aparte, también hay que saber hacer maniobras evasivas varias para liársela un poco y ganar valiosos segundos. Así pues la situación final era que nuestro amigo Pacman ya se había comido todos los puntos gordos y apenas quedaban puntos pequeños, por lo que la victoria se antojaba difícil.

Con la angustia de aquel que se sabe perseguido por su depredador natural me fijé en mi puntuación: 9950 puntos, solo faltaban 50 para ganar. Rápidamente me fijé en una zona con 5 puntos que me darían la victoria, aunque estaba en la otra punta del escenario y ya no podría deshacerme de ningún fantasma. Era un todo o nada. Moví al pequeño Pacman a toda la velocidad que podía, mis enemigos también sabían que podría ir a pocos sitios y a pesar de su escasa visión tenían la poderosa herramienta de la comunicación para localizarme. Estaba cerca de conseguir los últimos puntos. Los fantasmas podían verles, yo podía verlos. También podía sentir sus fantasmagóricas voces diciendo: "¡Está abajo! ¡¡A por él!!

9960 puntos - Los fantasmas se acercan
9970 puntos - Siento que los fantasmas están a la vuelta de la esquina.
9980 puntos - Un fantasma grita "¡¡Voy a por él!!"
9990 puntos - Solo un punto se interpone entre el fantama y yo mientras oigo un "¡Ya te tengo!"

El mundo se volvió negro a los pocos momentos. Un "¿Pero qué coño ha pasado"? rompió el silencio e hizo que la luz volviera. Se me olvidó comentar que los fantasmas no vieron que estaba a punto de ganar a los puntos y se llevaron una gran sorpresa al verme ganar con los 10.000 puntos. Admito que el fantasma estaría más cerca de lo que ahora están las teclas de mis dedos pero si no hay emoción no se diría que una victoria es épica, ¿verdad?

A la mañana siguiente llegó el turno del Bomberman, otro gran clásico donde los haya. Aunque el multijugador hace que mole más todavía. Tras unar partidas normales jugamos una especie de Rey de la colina. En el escenario aparece una corona y el jugador que la lleve cuando termine el tiempo ganará una ronda. El objetivo está claro: ir a por el que lleve la corona. Si a esto le sumamos que en ciertos niveles el ritmo del juego es frenético obtenemos la mezcla perfecta. Las dos primeras victorias fueron para mí, victorias de oportunista si se me permite decirlo. No hay nada como conseguir la corona en los últimos momentos y salir por patas. Tras otras dos partidas nulas, Isma logró ganar su partida (no había ganado ninguna partida todavía) aunque la alegría le duró poco ya que la siguiente partida fue para mí, y manteniendo la corona durante un tiempo considerable.

Mención aparte merece la victoria de Josito al Fórmula D, aunque sucediera una semana después de los hechos anteriormente contados es muy digna de mención. Para el que no lo sepa el Fórmula D es un juego de mesa que pretende simular una carrera de Fórmula 1. Te dan un circuito, tienes un coche, exactamente igual al de todos los demás y el primero que llega a la meta gana.

Siempre que juego una partida termino haciéndome al mismo personaje, Kamikaze Boladefuego (de los Boladefuego de toda la vida) un piloto que siempre va al límite y que obligó a sus mecánicos a amputar el pedal de freno de su coche. Esa noche, Kamikaze Boladefuego IV selló el destino de todos los Boladefuego al empotrarse en la curva Bureau de Tabac (se me olvidó decir que corríamos en Mónaco). Y ya sin desviarme del tema voy a relatar la gran victoria de Josito.

Ni su clasificación fue muy buena ("clasificó" último) ni su salida muy espectacular. En los primeros compases de la carrera fue a remolque. Tal vez fuera la muerte de BoladeFuego la que le hizo darse cuenta de que en la pista nunca se va lo suficientemente rápido y empezó a pisar el acelerador como un campeón. Bordaba cada curva, clavando la trazada a toda velocidad. No necesitaba clavar frenos, eso le haría ser más lento. Y así, como una auténtica exhalación fue superando a todos y cada uno de los rivales que aún estaban vivos hasta terminar ganando la carrera. Los Boladefuego miraron orgullosos al trazado monegasco una vez más durante la carrera.

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